Oda a los amantes del Pozo Amargo...


Cuando me llevaron mis pasos aquel día lluvioso de octubre de 2000 a esta plaza, no sabía que iba a dejar Madrid para vivir en Toledo, que me iba a quedar desde entonces esclavo del encanto de esta ciudad, que se iban a convertir estas leyendas en mi fuente de inspiración.  

¡Raquel, veo un puñal...!  

¿Qué había pasado en esta plaza para merecer ese nombre tan fúnebre?. ¿Qué secreto guarda este pozo?. ¿Qué hay detrás de Raquel, ese personaje que recorre los labios de los toledanos cada vez que se nombra esta plaza?  

El judío y fanático Leví, vivía con su única hija Raquel en una casa situada en la plaza.

Atareada un día en su jardín arrancando hierbas que crecían entre sus rosales, la niña oyó que llamaban a su puerta; sin esperar respuesta, se abrió la puerta y apareció en ella un joven preguntando:

  • ¿Vive aquí el Sr. Álvarez?.
  • No, tres puertas más abajo, ésta es la casa del judío Leví...- respondió Raquel con los ojos inclinados al suelo...
Así se conocieron Raquel y Álvaro, y así empezó esta hermosa historia de amor con un triste final.

Un día como cualquiera, todo es silencio, sólo lo que reflejan el brillo de la luna y las estrellas. De repente, una sombra surge en medio de las calles oscuras, avanzando con prudencia hacia la placita; se acerca al muro de una casa, alza sus manos hacia arriba y en un breve instante salta hacia el jardín y avanza hacia un pozo que había, para sumergirse en la pasión del amor con una joven muchacha que le esperaba ahí.

Eran Álvaro y Raquel, que tras varias cartas que intercambiaron a escondidas por la noche, habían llegado ya a fijar una cita diaria cerca del brocal del pozo de la hebrea.

Raquel amaba al joven como él a ella, y tan solo la luna fue testigo de esta pura pasión hasta el día que fueron descubiertos por un amigo de Leví que reveló el secreto al padre judío..  

Leví veía antes sus ojos robar que a su valiosa joya, a su linda Raquel, y ¿por quién? Por un joven cristiano a quien su pueblo judío echa la culpa de todas sus desgracias.

El viejo Leví preparó entonces un plan para evitar estos encuentros. Fingió un día permanecer ausente. Mientras, las citas amorosas continuaron entre los dos jóvenes en el brocal del pozo sin imaginar lo que el destino les aguardaba.
  • Cada día te noto más preocupada, Raquel, por mí... ¿hasta cuándo tendremos que vernos así, como dos murciélagos...? - dijo en un momento Álvaro.
Por miedo que nos descubra mi padre, te lo he dicho, Álvaro, desde el primer día, que si verdaderamente me amas no vuelvas a intentar verme aquí, mi padre jamás consentiría en nuestro amor, odia a los cristianos - le respondió la niña, mientras los reflejos de la luna toledana iluminaba las caras de los dos amantes.  
  • Pero, ¿qué tenemos nosotros que ver con este odio Raquel?, es tan sencillo juntarnos como marido y mujer, ninguna religión lo prohíbe.  
 Le dijo Álvaro, furioso de no encontrar una explicación a lo que sucedía
  • Será para mí como un bello amanecer el día que llegue a convencer a mi padre... - añadió Raquel.
  • Pero en este momento le corto Álvaro exclamando con miedo...
  • ¡Raquel, veo un puñal...! 
La luna se convierte, como en “Bodas de Sangre” de Federico García Lorca, en un puñal, testigo de la muerte que se acerca...

Entre las sombras apareció una mano armada de un agudo puñal y lleno de odio y rencor descargó un terrible golpe partiendo el corazón de Álvaro, que tan sólo exclamó con una voz débil el nombre de Raquel.  
  • ¡Querías reírte de mi perla, pero... no podrás lograrlo, infiel!  
 Exclamaba el viejo Leví, retirándose del lugar hacia sus habitaciones y de este pozo que había sido testigo de estos puros amores. Lo fue también del llanto triste de la pobre Raquel. 


Cuentan que fueron tantas y tantas lágrimas que derramo la infeliz Raquel en este sitio por el alma de su amado que aquellas dulces y transparentes aguas se habían convertido lentamente amargas.  

También cuentan que la joven, tras ver un día en las aguas del pozo el rostro de su amor, se lanzó poniendo fin a su vida.  

Firmado por: Un verdugo en paro  
Toledo - 13 de febrero de 2012